CAFÉ FILOSÓFICO Nº 114 |
Setiembre 16 2000 |
¿Se pueden resolver las diferencias a través del diálogo? Crítica a la ética discursiva de Jurgen Habermas |
Carmen Zavala
A partir de la segunda
mitad del siglo XX se ha terminado de asentar en la mente de la población mundial
globalizada una teoría de la
comprensión del mundo que tiene sus raíces en el antiguo Hegel.
Se trata de la concepción dialéctica de la Historia. Según esta concepción no es posible llegar a una verdad determinada y por lo tanto tampoco a un conocimiento objetivo sino que la verdad se va modificando históricamente. Lo mismo ocurre por lo tanto con los valores éticos. Por ello los valores morales "correctos" serían aquellos que se han impuesto por los gobernantes o líderes de los pueblos. La prueba de que estos valores impuestos casi siempre a la fuerza, son válidos es que justamente han logrado imponerse. Hegel lo resume con la siguiente frase: "Lo que es, es lo que debe ser", es decir que los gobiernos y los valores que rigen, rigen porque es ético que así sea.
Esta curiosa teoría ha sido aceptada no solo por sectores conservadores de nuestra sociedad contemporánea, para quienes Hegel la elaboró, sino también por sectores que se consideran "progresistas", debido a que muchos políticos marxistas, poco leídos, creen que Marx retoma la dialéctica de la Historia de Hegel cuando habla de materialismo dialéctico.
Hablar entonces de verdad objetiva y de valores morales universalmente válidos se ha convertido por lo tanto en algo sumamente controvertido. Los sectores liberales rechazan el conocimiento objetivo y la moral universal y levantan las banderas de la duda con respecto al conocimiento y la moral universales pues es su mejor arma para darle una explicación enmarañada y sutil al por qué unos deben enriquecerse a expensas de otros y por qué en realidad todo depende del "punto de vista con el que se miren las cosas" (piénsese en el caso Kouri).
Es lógico que los que se benefician de este sistema propagandicen entonces el escepticismo porque es el arma ideológica para darle una justificación moral a sus oscuros intereses.
Lo que no es lógico es que muchos sectores progresistas hayan caído en este juego argumentativo. Este es el caso de Jurgen Habermas, filósofo alemán que sale de las canteras del marxismo europeo y se plantea el problema de la objetividad del conocimiento. Se trata en realidad de un pseudo problema. Habermas parte de que "ya no se puede negar la historicidad de la verdad y de los valores morales". Si esto es así, se plantea ¿cómo saber y probar qué es lo correcto?, ¿cómo entrar en debate con las propuestas consideradas reaccionarias?, ¿cómo refutar la propuesta liberal y demostrar la decadencia del sistema capitalista actual si finalmente el conocimiento es históricamente relativo?, ¿cómo argumentar contra el individualismo inmediatista, contra el consumismo y la corrupción en general, si todo es cuestión de valores que se imponen históricamente?.
Para enfrentar este
problema Habermas hace la siguiente propuesta ética:
1) Debe haber una ética que
aclare la validez del deber
ser de las normas y
las pretensiones de validez que sostenemos cuando hablamos de normas.
2) Los fenómenos
morales son suceptibles de una
investigación pragmático-formal de la acción comunicativa. Esto quiere decir que cuando
discutimos y analizamos un problema ético, debemos poder hacerlo de una manera
universalmente "objetivamente" (pragmático-formalmente) válida. Para ello a
diferencia del caso de la Teoría del conocimiento, la ética debe adoptar ciertos
principios especiales que valgan universalmente cuando se argumenta.
3) Estos principios
para la argumentación deben ser
aceptados por todos, esto es, deben ser universalmente válidos, cosa que según Habermas, en realidad
siempre ocurre cuando las personas empiezan a argumentar entre ellas,porque si no ni
siquiera empezarían a discutir.
La propuesta de Habermas consiste en que como la verdad y los valores éticos varían
históricamente, el único
modo de llegar a un conocimiento aceptable es por análisis colectivo en una
"situación dialógica ideal". Habermas divide esta "situación dialógica ideal" en tres niveles:
1) los presupuestos lógicos de los productos
2) los
presupuestos dialécticos de los procedimientos
3) los
presupuestos del círculo retórico del proceso.
Los presupuestos lógicos de los productos
Para asegurar que
todos puedan participar de la discusión
1.1 Ningún hablante debe contradecirse
1.2 Todo hablante que aplica el predicado F a
un objeto debe estar dispuesto a aplicar el predicado F a todo objeto que se
parezca a a en todos los aspectos importantes.
1.3 Diversos hablantes no pueden emplear la misma
expresión dándole distrinto significado.
Los presupùestos dialécticos de los
procedimientos
Para
garantizar a todos los participantes igualdad de oportunidades en la participación activa en la discusión
2.1 cada hablante sólo puede afirmar aquello en lo que
verdaderamente cree
2.2 Quien introduce un enunciado o norma que no es
objeto de la discusión deber dar razón de ello.
Los presupuestos del círculo retórico del
proceso
Para
garantizar el acceso a la participación en el discurso sin represión de algún tipo
3.1 Todo
Sujeto capáz de hablar y de actuar puede participar en la discusión
3.2.1 Todos
pueden cuestionar cualquier información
3.2.2 Todos pueden introducir cualquier
afirmación en el discurso
3.2.3 Todos
pueden manifestar sus posiciones, deseos y necesidades
3.3 A
ningún hablante puede impedírsele el uso de sus derechos reconocidos en (3.1) y (3.2) por medios coactivos externos o
internos al discurso.
En el caso de las mentiras, nos dice Habermas o de romper con los presupuestos (3.1, 3.2 y 3.3) lo que ocurre no es que se logra convencer a la otra persona sino que surge una "contradicción" y "se hace creer" algo a la otra persona, no se la convence.
Según Habermas tenemos entonces que de cumplirse con stos requisitos se puede llegar a analizar "objetivamente" (preagmáticamente) nuestra sociedad y sus valores.
Analicemos esto: vimos que Habermas trata de entablar una discusión racional con el escepticismo sin darse cuenta de los intereses profundos pero obvios de esta posición "filosófica" (el escepticismo). El verdadero escéptico no podría sobrevivir, pues al dudar de todo no podría tomar ninguna decisión, como fue de alguna manera Pirón, de quien se dice que los alumnos lo tenían que sostener para que no se estrellara contra la pared, ya que Pirón dudaba incluso de sus sentidos. Pero los escépticos contemporáneos, no llevan la duda a ese extremo. No se estrellan contra ninguna pared. Más bien se acomodan muy bien al sistema (Hume y todos los postmodernos). El escepticismo es el instrumento "racional" (que en realidad es irracional), para justificar decisiones que se quieren tomar o dejar de tomar, que no tienen sustento según los propios principios lógicos y presupuestos del escéptico. Si nuestros intereses se contradicen con nuestros propios principios morales y lógicos (en el sentido en que somos de alguna manera conscientes de que caeríamos en contradicción si tratamos de defenderlos racionalmente) sólo nos quedan dos salidas posibles para imponernos. O el cinismo (piénsese en los congresistas transfugas) o el escepticismo o eclecticismo (que es un escéptico del escepticismo, o un escéptico oportunista si se quiere).
El punto es, que el escéptico no busca ninguna solución racional, la discusión sólo es un pretexto para no llegar a ninguna conclusión y justificarse por habr sido abierto a la discusión y haber demostrado que no hay "verdades absolutas" y justificarse con el argumento de que por lo tanto lo que yo propongo tiene el mismo grado de validez que cualquier otra posición, aunque ni yo mismo pueda justificar lo que propongo. (Piénsese en el diálogo del gobierno (ecléctico) con la oposición). La razón se opone a los intereses del escéptico. Ya se vislumbra como esto problematiza la teoría de la ética discursiva.
DIALOGO CON LOS ESCÉPTICOS
Habermas propone varios pasos como fundamento para su ética discursiva:
1. Primero
trata de hacer que el "testarudo escéptico" abra sus ojos a la esfera de los fenómenos
naturales. Según Habermas es posible "demostrar a los más trestarudos (por así
decirlo) la realidad de las experiencias morales". La prueba fáctica de una experiencia moral es el "sentimiento de
indignación" con que reaccionamos frente a los agravios y el sentimiento de
resentimiento en caso de que el agravio no pueda ser reparado. Habermas
parte de la premisa de que la razón no es un
instrumento que utilizamos para justificar nuestros intereses (necesidades
materiales y espirituales/afectivas), sino que, por el contario los sentimientos (las
necesidades afectivas) son el resultado de nuestros juicios racionales
"objetivos", de modo, que resulta que nos indignamos o resentimos en base a un
juicio racional y no porque sentimos que atentan contra nuestros intereses, pasiones y
sentimientos. Esto es perfecto para el escéptico, porque no se discutirán sus intereses,
sino solo se analizará el discurso que él se encargará de conducir hacia un callejón
sin salida, que es justamente lo que él necesita para justificar su oportunismo ante los
demás.
2. El segundo y el tercer paso tratan de mostrar que los fenómenos morales son suceptibles de una investigación pragmático-formal de la investigación comunicativa, esto es, que la ética filosófica "a diferencia de la Teoría del conocimiento" puede adoptar una "teoría especial de la comunicación". Los escépticos (eclécticos oportunistas) critican las teorías que buscan una fundamentación racional de la ética y por ende del mundo (en ese orden), porque esto va contra sus intereses. El buen Habermas les toma la palabra y trata de "abrirles los ojos". No se da cuenta que ellos los tienen bien abiertos y que, más bien, es él mismo el que los tiene cerrados. Por ello cae en el juego de tratar de fundamentar la ética ya no a través de la razón universal (todos usamos la misma razón para defender nuestros intereses) que ha sido desacreditada en los últimos tiempos postmodernos con una intencionalidad claramente política, como bien señaló con gran claridad l filósofo Luis Piscoya en el VIII Congreso Nacional de Filosofía (Lima), sino a través del diólogo y el consenso (para lo cual tienen que haber aceptado antes el principio de universalidad de las reglas de ragumentación).
3. Es hacia aquí que el escéptico (ecléctico oportunista) quería llevar la discusión. Y como está muy de moda el rescatar el "pluralismo cultural" ahora el ecléctico resulta embanderando los derechos a la multiplicidad cultural (que por supuesto, en realidad no le interesa en lo más mínimo). Para enfrentar la "falacia etnocéntrica" Habermas recurre a una fundamentación trascendental del principio moral. Pero justamente le había concedido al ecléctico que no se podía fundamentar la ética por la razón. Acá el punto va a favor del ecléctico. Habermas ha pretendido sacar a la ética de su estudio científico racional y defenderla en el ámbito del discurso. Pero el debate abstracto, que no parte de los hechos concretos, lo ganarán siempre los sofistas, esto es los "chamulleros". Simplemente porque si se trata de demostrar algo lógicamente sin partir de la realidad y confrontar los resultados con ella, se puede demostrar cualquier cosa y todo tendrá el mismo grado de validez.
4. Más adelante Habermas que ha perdido piso con el argumento anterior, busca asentarse con un argumento que muy bien pudo haber expuesto desde un inicio y obviar todos los demás, y es que el escéptico se contradice de facto al argumentar en contra de la razón y utilizar la razón para su argumentación. Sin embargo, este argumento sirve sólo para reafirmarse ante otros racionalistas, porque los escépticos son conscientes de su jugada y contestarían que no son totalmente escépticos sino "amplios de criterio" (eclécticos oportunistas).
El problema es que esta "situación ideal" efectivamente jamás parece poder darse, pero si se diera y las personas no se contradijeran a sí mismas (ni consciente ni inconscientemente) y usaran las palabras en un mismo sentido, entonces habrían llegado a las mismas conclusiones sobre las cuestiones éticas, y el diálogo sólo serviría para confirmar su acuerdo o agregar nueva información que valide lo que ya pensaban o lo invalide, en cuyo caso habría acuerdo sobre la invalidez de la hipótesis antes aceptada. El punto débil de su argumentación está entonces en proponer su teoría del diálogo como respuesta a los escépticos que por los motivos ya señalados de todas las premisas propuestas por Habermas sólo aceptarían las esbozadas en los puntos 3.1, 3.2.1, 3.2.2 y 3.2.3 y por lo tanto jamás aceptarían entrar en debate bajo las condiciones que Habermas propone. De modo que nos encontramos en el mismo punto que al inicio de la argumentación.
El problema de fondo está en el punto de partida ya señalado por Nietzsche. Habermas parte de que los sentimientos e intereses están separados de la razón o son resultado de un razonamiento coherente. La realidad es que utilizamos la razón como herramienta para cubrir nuestras pasiones, nuestras necesidades emocionales y materiales.
Lo que debemos buscar por lo tanto es cómo lograr satisfacerlas con mayor éxito. Esto se puede hacer mediante un estudio objetivo de la naturaleza y la psicilogía del hombre social (psicología = funcionamiento de su mente en interacción con la realidad material externa) y su interacción dialéctica con la sociedad.
El diálogo, por otra parte, no debe ser entendida como una herramienta que nos pueda llevar a alguna verdad por consenso o que pueda hacer "entrar en razón" a alguien por lo irrefutable que pueda ser un argumento. El discurso argumentativo sólo es la defensa racional de nuestras pasiones (=intereses de clase).
Por ello el debate nos
enriquece, no porque lleguemos a algún consenso, sino porque a través de la argumentación podemos ver con mayor
claridad cuales son nuestros verdaderos
intereses. Pero estos intereses definitivamente son distintos.
Carmen Zavala Echegoyen: (Lima, 1963) Bachiller de filosofía, PUCP. Coeditora del libro Proyecto de Filosofía Aplicada (1998) publicado por la ACE Buho Rojo; Traducción de textos de Martín Heidegger (en colaboración con Aurelio Miní, por publicar).