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El presente tema tiene como trasfondo el que en la reunión pasada la discusión se enfrascara en parte en el hecho de si bastaba que los creyentes tuvieran la buena voluntad de seguir los dogmas de su religión para ser declarados creyentes, o si, por el contrario sería necesario que muestren en sus actos en la vida diaria concreta el que creen en los dogmas de su religión.
Aquí cabe hacer primero una distinción entre fe en los valores morales de una religión y fe en la creencia de la existencia de un Dios.
La mera creencia o no en un ser supranatural
no conlleva directamente a una problemática moral. Si creo en marcianos,
fantasmas o dioses esto no necesariamente implica determinada posición
moral. En cambio sí nos plantea un problema moral la creencia
en la validez de los valores morales que determinado grupo de personas
sostenga como universalmente válidos sin sustentar estos valores
racionalmente. Es un problema porque la validez de dichos valores morales
al no tener sustento racional, se rige únicamente por los antojos
arbitrarios de los creadores de dichos sistemas morales y de los que se
autodenominan los intérpretes fidedignos de ellos, es decir, de
los fundadores de religiones o códigos éticos determinados
y de sus sacerdotes o propagadores.
Este tema ya había sido
tocado por Kant, que por ello sugiere la necesidad de establecer el imperativo
categórico, es decir, establece la necesidad de que las máximas
morales en las que creamos, puedan ser racionalmente universalizables,
es decir, que sea posible que sean consideradas válidas para todo
el mundo. Así por ejemplo, robar sería malo, porque la razón
nos dice que no es posible que todos roben, ya que, no habría a
quién robarle, si a todos les hubieran robado sus propiedades.
Inmediatamente surge la objeción
de que uno podría equivocarse al razonar. Por ello Kant introduce
el factor de la voluntad en su argumentación y nos dice:
una persona actúa moralmente
cuando no sólo hace lo que según las leyes de la costumbre
se considera correcto, sino también cuando está convencida
de que esto es lo correcto a seguir, según el imperativo categórico,
es decir cuando uno actúa de tal manera que las “máximas”
(principios) de tu voluntad, podrían ser consideradas leyes universales.
Kant especifica que la buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, ni es buena por su adecuación para alanzar algún fin que nos hayamos propuesto; sino que es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma
Esto sin embargo no ha de entenderse como que basta que yo diga que tengo la buena voluntad de obrar bien, y acto seguido “me equivoque” y maltrate o humille a las personas sobre las que puedo ejercer poder, etc. Kant se da cuenta de que la gente puede usar la argucia del argumento de la buena voluntad para disfrazar de inocencia sus actos perniciosos. Por ello introduce en su defensa el factor de “la razón como facultad práctica que debe tener influjo sobre la voluntad”, es decir que sólo si uso mi razón práctica al máximo (es decir, si analizo detenidamente y aprendo de mis experiencias prácticas y me ilustro), sólo entónces estoy mostrando una verdadera buena voluntad.
En otras palabras Kant parte de la suposición de que es posible determinar por la razón qué es lo moralmente bueno y qué es malo.
Sin embargo, el teórico del liberalismo,
Hegel da un paso atrás al proponer la imposibilidad de lograr un
conocimiento universal y afirma que el código moral que cada persona
sigue es subjetivo y para adquirir validez debe coincidir con lo que la
sociedad ha impuesto como válido, es decir, con las leyes que imperan
en una sociedad. Sólo así el hombre sería libre, porque
su voluntad moral personal resultaría coincidiendo con
lo que el sistema legal del Estado en el que vive acepta. En otras
palabras, lo moralmente válido en nuestros tiempos sería
estar de acuerdo con todas las leyes que ha promulgado la camarilla que
está en el gobierno y con los valores que propugnan, porque al fin
y al cabo si están en el gobierno es porque el espíritu del
pueblo peruano quiso que así fuera.
Para Hegel el modo de ser libres en
las actuales circunstancias es aceptar los hechos y festejar los valores
morales y las leyes que la cúpula de turno levanta. No hace falta
ser filósofo para darse cuenta que acá Hegel pretende fundamentar
racionalmente el relativismo fatalista y la consiguiente sumisión
con respecto a las autoridades.
Si bien podría parecer
que esta posición basa su moral en los hechos, esto no es así.
Porque el relativismo que propone, parte del reconocimiento de la autoridad
de turno, pero no permite una fundamentación racional universal
de la moral. Lo moral es lo que subjetivamente es la voluntad de los poderosos
y su validez se prueba en el hecho de que han podido imponerse objetivamente,
según Hegel.
Pero como según el mismo autor
no estaríamos autorizados a hacer un juicio racional universal sobre
esa autoridad, finalmente todo se reduce a que la moral se basa en la voluntad
de los gobernantes y no en los hechos, pues no nos podríamos pronunciar
objetivamente acerca de ellos.
Como se ve, es muy conveniente que los
actos no puedan ser juzgados moralmente en base a hechos concretos, sino
más bien por una supuesta “buena voluntad”, que resulta ser la voluntad
de los gobernantes de turno, según la propuesta hegeliana, o la
de la cúpula de intérpretes de un código moral sin
sustento racional. Es conveniente para mantener en sumisión a los
que aceptan su incapacidad de juzgar por sí mismos acerca de la
moralidad de los hechos.
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Hay dos diferencias esenciales entre la psicoterapia y la consejería filosófica:
1) La autoridad implícita de determinada línea interpretativa
psicoterapéutica por parte del Psicoterapéuta y de su cliente.
Esto lleva a una comprensión estrecha de los problemas que
se interpretarán sólo desde esta perspectiva.
La conversación se desarrolla siempre entre una persona con
problemas psicológicos y otra persona que la analiza según
una teoría y que además tiene razón con su análisis.
En la consejería filosófica el trato es horizontal. Ambas partes discuten y exponen sus puntos de vista. No hay una parte obligada a descubrirse, mientras la otra se mantiene cubierta. Es en la discusión abierta y sincera en la que cada cual se muestra cual es y expone sus punto de vista para analizar racionalmente los problemas expuestos y el contexto en el que se dan. Ahora bien, en la psicoterapia la atención se centra en el sujeto y en sus experiencias inmediatas individuales.
2) Por lo tanto la segunda gran diferencia entre psicoterapia y consejería filosófica es que el filósofo necesariamente enmarcará el problema individual dentro de un contexto mayor, es decir que lo enmarcará dentro del contexto social, cultural e histórico correspondiente.
El psicoanálisis Freudiano nos da el diagnóstico de la causa más inmediata de nuestros eventuales traumas inconscientes, pero no nos dice como resolverlos. Freud suponía que al ser consciente del origen más inmediato de un trauma, la persona lo podría superar.
Sin embargo esto no es así. De haber elegido el camino del psicoanálisis para resolver los problemas, recién a partir del diagnóstico del psicoanálisis empieza la pregunta de cómo enfrentar el problema. Mucha gente ha logrado determinar el origen de ciertos traumas o manías pero esto no ha llevado necesariamente a que la persona los pueda superar.
El problema es que el evento o los eventos que han originado determinados traumas se han originado muchas veces por problemas que trascienden el evento particular y se deben más bien a prejuicios y tabúes aceptados por una sociedad. Estos prejuicios y tabúes a su vez tienen un origen económico, social, cultural e histórico que es conveniente analizar para entender el evento personal dentro del contexto global.
Siendo el hombre un ser social es poco probable que pueda resolver sus problemas individualmente.
Sin embargo cada filósofo tiene como base de su análisis de la realidad cierto sistema filosófico de comprensión del mundo. En base a su concepción filosófica del mundo también variará su modo de aproximarse al otro: en caso de la consejería filosófica, al aconsejado.
Podría argumentarse que también en este caso al igual que en la psicoterapia el consejero se encuentra en una situación de superioridad con respecto al aconsejado porque finalmente el consejero guiará la conversación en base a lo que sus presupuestos filosóficos considerarán más sensato. La diferencia radica en que el consejero no está preso en las redes de una corriente de interpretación determinada que deberá regir durante toda la discusión, sino que puede adoptar su metodología a los cuestionamientos nuevos conforme estos van apareciendo. Si bien el consejero puede dar su opinión sobre determinados acontecimientos, esto no significa que el aconsejado inmediatamente botará al tacho de basura toda su visión del mundo anterior para tratar de adoptar la del consejero. Más bien esta apertura permite que la discusión sea más sincera y que ambas partes analicen conjuntamente los problemas expuestos.
No obstante existen terapias psicológicas que trascienden el área de la psicología cruzándose con el de la filosofía. Es el caso de la terapia racional emotiva, la terapia cognoscitiva del comportamiento, la logoterapia y otras. Este tipo de cruces interdisciplinarios es sumamente positivo, ya que el encasillamiento de las diferentes áreas de estudio lleva al embrutecimiento y a la limitación de los alcances de toda investigación. Finalmente el encasillamiento de las áreas científicas es un invento del hombre y no es inherente a la naturaleza, ni a la realidad social de la cuál los humanos han abstraído sus objetos de estudio.
Al igual que la terapia racional emotiva y la terapia cognoscitiva del comportamiento se busca que el círculo vicioso de las ideas irreales se rompa pasando a una forma más lógica, real y positiva. Y también en cierta manera como ya decía Platón se supone que los eventuales problemas emocionales se deben a problemas en la lógica interna del pensamiento del individuo, es decir, a contradicciones lógicas en el discurso (teoría) de la persona, o entre discurso y acción (teoría y praxis).
La diferencia está en que el consejero no está obligado a no revelar sus puntos de vista., por una parte y por otra parte tratará de contextualizar los problemas expuestos en un marco más amplio que el individual, cosa que llevará al aconsejado a analizar sus problemas desde una perspectiva más global encontrando las causas últimas a su situación individual.
El grado en el que el consejero filosófico interviene con sus propios puntos de vista varía según el nivel del diálogo que plantea el aconsejado y según lo considere conveniente cada consejero.
La otra corriente terapéutica que se cruza con la consejería filosófica es la logoterapia, que dicho sea de paso no ha tenido mucha acogida en comparación a otras corrientes y sobre todo no ha tenido mayor acogida en el Perú. Esto se debe justamente a que se le atribuye haberse confundido con la filosofía.
La logoterapia de Victor Frankl se centra en la búsqueda del individuo del sentido de su vida, el cual no puede simplemente inventarse o serle atribuido, sino que el individuo según Frankl, lo encontrará analizando su propia vida.
Sus pacientes a diferencia de aquellos que suelen buscar la consejería filosófica, son personas que han ido en búsqueda de ayuda médica psiquiátrica por considerarse frustrados. De modo que los pacientes que se enfrentan a la logoterapia son en gran número casos considerados patológicos. Frankl habla de neuróticos noogenos.
Los consejeros filosóficos en su mayoría no atienden casos considerados patológicos, aunque algunos como Gerd Achenbach, que abrió por primera vez a nivel mundial una consejería práctica en Alemania en 1981, no se niega a asumir también casos de este tipo. El argumento es que la eventual resolución de conflictos en el área psicológica son sólo momentos de la actividad de la consejería filosófica. Pero no es el objetivo último de la consejería.
Tal vez este último punto haya definido con más claridad
la diferencia ente ambas disciplinas. Los objetivos son los que difieren.
La terapia pretende solucionar supuestos problemas o trastornos emocionales.
La consejería filosófica es un ejercicio racional en el que
el hombre busca “un mayor control sobre su vida y su reflexión y
el mecanismo de relación entre ambas” (O.O) y en el camino de dicha
búsqueda eventualmente va resolviendo algunos conflictos emocionales
y/o existenciales.
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Gustavo Flores Quelopana
Así el debate sobre el carácter de los evangelios
y Jesús no
se ha detenido destacándose dos direcciones fundamentales:
1. la orientación
mítica que niega la historicidad
del dato neotestamentario, y
2. la orientación
historicista que defiende la verificación
histórica del Cristo
de la predicación.
II. Historicismo cristológico en la encrucijada
El transfondo filosófico de esta conclusión apenas
notada tanto por la escuela mitológico
e historicista es que pueda que toda la
vida
humana sea una autoinvención pero
no una ficción, así el
hombre cree y recrea su propio
ser; él
es lo que piensa y piensa lo que es y donde se concluye parmenídeamente
que ser
y pensar
son lo mismo.
O dicho de otra forma,
el hombre construye su ser culturalen
la interacción de sus necesidades y posibilidades, el ser
adviene
al mundo humano
en la medida que éste lo hace valer u objeto de su pensamiento.
IV. Los evangelios en el biblicismo hermenéutico
En consecuencia lo teológico
no se fundaría en última instancia en la categoría
de la verdad
sino en las de la fe
y la confianza.
La tendencia a historizar está presente en los mismos evangelios
en su aspecto catequizador. Pero en rigor estos no son reportajes históricos
biográficos que resistan un exigente análisis científico.
En nuestro tiempo sólo el biblicismo
popular y fundamentalista,
defienda a capa y espada el carácter histórico de cada palabra
de los evangelios.
Pero
el biblicismo
más progresista de hoy admite que los evangelios
no
son historias reales, que no hubo tales evangelistas testigos, y moviendo
el péndulo al extremo opuesto concluyen cuestionando el dogma
de las dos naturalezas de Jesús.
Los evangelios
históricamente son tan oscuros que cada uno ofrece de Jesús
un plan de viaje diferente, sus relatos no son coincidentes y llegan a
ser hasta contradictorios.
Y esto es debido a que su sentido no es histórico
sino que radica en la creencia,
la esperanza
que también se da en la historia
pero que su status ontológico
no es real
sino ideal.
En conclusión los evangelios
serían
relatos míticos
cuya
verdad
no es real
sino
ideal.
En conclusión los evangelios
serían relatos míticos
cuya verdad
es existencial teológica y
no histórica ni científica.
IV. Las consecuencias indeseables
Gustavo Flores Quelopana
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